viernes, 26 de noviembre de 2010

Cuando el miedo es prioridad antes que la buena vista

“Hace 18 años que empezó mi vía crucis”, señala Pedro Serra, al momento en el que le detectaron queratocono. Y agrega: “Tenía tan sólo 17 años y usaba anteojos desde los 13”.
Pedro, desde su sillón, asegura que le tiene miedo a la operación. “La primera impresión que tuve fue que me iba a quedar ciego y solo tenia dos opciones: investigar qué era o llorar. Opté por la primera, y busqué los primeros datos en Internet”, dice.
Él es artesano. Todos los días se levanta a las 6 de la mañana a desayunar y, aunque le cueste ver con claridad, intenta leer el diario. A pesar de que su visión esté muy reducida, no ha querido realizarse transplantes para solucionar su problema.
"Cambie lentes de todo tipo, al menos unas 60 veces. Tengo anteojos para casi todas las actividades", señala, y advierte que cada vez que va al oftalmólogo debe indicarle que sin lentes es prácticamente invidente porque solo ve sombras y colores borrosos. La decisión de no operarse lo obligó a tomar recaudos, ya que el queratocono es una enfermedad crónica degenerativa que no tiene cura, y solo se puede detener en algún momento de la vida, que desde la ciencia no se puede especificar, aunque el rango oscila entre los 30 y los 40 años.
”La detección es por medio de un examen, en el cual como primera medida recetan lentes de contacto rígidos que si no están bien ajustados pueden causar mas daño de lo que pueden ayudar”, analiza Pedro. Además, cuenta que sabe que la adaptación a cualquier lente siempre es difícil, y apunta: "Una vez que me recetan una graduación me mando a hacer 2 o 3 juegos de anteojos y guardo mis recetas. Más o menos me duran un año y después es el mismo tratamiento”.
Una vez al año se atiende con un medico oftalmólogo, al que describe como “reconocido y muy caro”, para que le haga todos los exámenes y le de su opinión. En síntesis de su experiencia, concluye: “Así han sido todos estos años porque no me quise operar. Con anteojos manejo, hago natación, y toda mi vida la veo a través de ellos. Eso si, veo muy mal pero se que es por una decisión mía”.


Yamila Obregón

"Es impensable que una operación tan sencilla tenga tanta espera"

“Tomar la decisión de operarme no me costó demasiado. El avance de la enfermedad volvió a la situación bastante insoportable”, analiza Juan Francisco Fiant los motivos que lo llevaron a decidir realizarse el transplante de cornea para mejorar las condiciones de su vista y también de su vida.
Juan Francisco tiene 61 años y es subgerente administrativo en una empresa alimenticia, el mismo cargo que ocupaba al momento de realizarse la operación en el año 1994, en la Clínica de la Visión. El queratocono que afectó sus ojos dificultaba mucho su desempeño laboral, hecho que facilitó tener que someterse a la cirugía.
“Hace 16 años la lista de espera no era tan extensa. Sólo tuve que esperar unos meses”, recuerda. De todas formas, antes de realizarse la operación, consultó a varios especialistas, a fin de obtener un diagnóstico preciso.
“La cornea injertada no se deforma, pero adquiere cierta rugosidad. Aunque no mejora completamente, el cambio es realmente notable”, asegura Juan Francisco, mientras se acomoda los anteojos que, según él, ayudaron a que su vista alcance el 80 por ciento de su nivel.
Las recomendaciones usuales para el post operatorio indican que no se pueden realizar esfuerzos, debe evitar frotarse los ojos y cuidarlos de los golpes. Al no tener irrigación sanguínea, la cicatrización se vuelve más lenta, pero el rechazo al transplante disminuye considerablemente.
“Las listas de espera del INCUCAI son enormes. La falta de políticas claras colabora con que falten donantes”, sostiene Juan, y reafirma que esa mala información que recibe la gente sienta prejuicios a la hora de donar. “Es impensable que una operación tan sencilla como el transplante de corneas tenga una de las listas de espera más voluminosa.”


Facundo Martín

Las cosas claras


Pasión por la oftalmología

"Hay que cambiar la mentalidad”, explicó el doctor Hugo Daniel Nano, Presidente de la comisión de Banco de ojos de la provincia de Buenos Aires y realizador de un complejo de clínicas oftalmológicas que incluyen rehabilitación de pacientes y formación de profesionales. Habló de la preocupante situación en torno al tiempo de espera para conseguir un transplante de córnea y de los obstáculos presentes en la sociedad y el Estado para resolver el problema.
Con el cuadro de Rembrandt “La lección de anatomía” como referencia permanente en la pared de su consultorio el oftalmólogo, de 81 años, recordó sus comienzos en Estados Unidos, sus viajes por Rusia y la India aprendiendo novedosas técnicas para curar la vista y el largo camino que lo llevó a comprometerse con la comunidad, especialmente con San miguel. Su pasión por la ciencia lo llevó a crear una fundación de prevención y rehabilitación de la ceguera bajo la convicción de no abandonar al paciente.

¿Qué lo lleva a seguir investigando?

La principal preocupación que tengo en este momento es la demora en la espera para los transplantes de córnea. Las personas no han tomado conciencia de la importancia de la donación de órganos. Según el CUCAIBA, hay una lista de espera de 8 años en la provincia de Buenos Aires y 5000 personas en lista de espera. Los tejidos se traen de Estados Unidos y en una época se traían de Colombia, Bolivia y Perú.


¿Qué tendría que cambiar para revertir esa demora?

Hay que cambiar la mentalidad. La gente tiene que entender que el cadáver es el depósito, pero no es el ser humano. Allí estuvo el ser querido pero ya no está más.

¿Qué políticas sanitarias debería realizar el Estado?

La gente no le quiere donar nada al Estado. Solo debería regular. Pensemos que en San Miguel se mueren 3 o 4 NN por mes, pero está mal organizado el procedimiento y mal hecha la ley.

¿Qué tarea se realiza en la fundación?

Dentro de la fundación hay un espacio de rehabilitación e integración para no videntes. En ella los pacientes ciegos comparten deportes y actividades artísticas con otros de visión disminuida y sin trastornas visuales. A la persona ciega hay que seguirla atendiendo, esa es la filosofía. Vienen a los eventos 100 escuelas de todo el país y a todo el mundo se les da una medalla.

¿Cómo lo acompaña su familia?

Mi mujer es especialista en estrabismo, hoy trabaja más que yo. Vivimos mucho tiempo acá, en la clínica, y los médicos ya formaba parte de nuestra familia. Tengo tres hijos, María Eugenia es antropóloga y master en salud pública además me ayuda con todos los estudios, Adriana canta, fue dos veces nominada al Grammi y mi otro hijo, Hugo Daniel, también es oftalmólogo pero quiso hacer su camino solo y se fue a Capital. Además tengo 14 nietos y 12 bisnietos.


¿Cómo hizo para plasmar ese aprendizaje en nuestro país?

Cuando volví de Estados Unidos, donde fui investigador asistente en la universidad de Cornell, me incorporé como jefe de la sección retina del Hospital de Clínicas, allí hice el profesorado. Tengo espíritu gregario y no podía trabajar solo entonces forme un equipo de oftalmólogos.

¿Qué experiencia le dejó la India?

Viajé para realizar operaciones de cataratas e implantes intraoculares y así tratar el problema de la “ceguera innecesaria” que allá es muy frecuente. Antes había conocido en Inglaterra a Harnol Ridley quien desarrolló una técnica observando las esquirlas de plástico de los aviones ingleses cuando estallaban, este tipo se dio cuenta de que los soldados salían con los ojos ilesos y creo el lente intraocular con ese material. Luego me perfeccioné en la Unión Soviética, era la época del comunismo y nos retuvieron los pasaportes hasta la partida.

¿Qué debe tener un buen oftalmólogo?

Siempre les digo a mis alumnos, no hay ojos enfermos, hay seres humanos enfermos de los ojos. La especialidad no tiene tanta importancia como la empatía. El médico debe tener la necesidad de hacer contacto con la gente.

¿Qué lugar ocupa la oftalmología en su vida?

Es mi hobby. Hoy llegué a las 7 y media para recorrer las tres clínicas. Como decía un amigo de mi padre que era medio filósofo, hay que logar que hasta el zapatero haga su trabajo cantando, si se vuelve obligación ya no sirve.


Carla Simioni

martes, 23 de noviembre de 2010

A tener en cuenta, para donantes!


Para saber quién puede donar y quién no, el CUCAIBA, señala algunos tips que nos pueden orientar sobre los criterios de selección de donantes de tejido corneal, para transplantes..

• Se analizan las peculiaridades anatómicas de la córnea, especialmente la ausencia de vasos sanguíneos o linfáticos, lo que determina que el tejido corneal pueda ser considerado diferente de otros tejidos a ser transplantados
• Se tienen en cuenta los estándares de selección internacionalmente reconocidos ( The Eye Bank Association of América, Directivas del Parlamento Europeo y del Consejo de la Unión Europea 2004)
• Se incorporan Sistemas de microscopía endotelial que permiten valorar con exactitud la cualidad y calidad endotelial del tejido corneal

domingo, 21 de noviembre de 2010

La voz del INCUCAI

Liliana Bisignano, doctora y directora científico técnica del Instituto Nacional Central Unico Coordinador de Ablación e Implante (INCUCAI) explicó que el tiempo medio de espera para un transplante de córnea que está en la lista de urgencias es de 36 horas, ya que se toma cualquier tejido disponible en el país en ese momento. Mientras que para la lista general, que se resuelve con donantes y pacientes de la misma provincia, hay, como máximo, de 3 a 4 años. Este es el caso de la Provincia de Buenos Aires. Y remarcó: “En este momento, porque los datos se actualizan permanentemente, hay 3081 personas esperando un transplante de córnea”.La doctora aclaró que Argentina solo importa córneas de Estados Unidos y a través de un sistema de autorizaciones del INCUCAI. Y reconoció que otros países como Uruguay no tienen listas de espera porque cuentan con un mejor sistema de procuración de tejidos. Destacó la buena predisposición de la sociedad a la hora de donar, facilitada por la sencillez del procedimiento de ablación. En relación a los NN precisó: “Solo se necesita una autorización del juez y por lo general no tienen mayores problemas”. Y agregó: “Hoy el déficit pasa por el sector sanitario, los médicos y enfermeras. Es por eso que el instituto está trabajando sobre la idea del “hospital donante” para que la donación forme parte de la política estructural del mismo.

Carla Simioni